El Héroe de Algerian - CAP I

#1
Capítulo I: Theodelf Padmore

El aire surcaba a través de las frondosas hojas de los manzanos y abedules, la fragancia de las flores del narciso bañaban la plazoleta del pueblo de Shine. Las voces de algunos comerciantes se dejaban escuchar, ofreciendo sus productos en sus pequeñas tiendas, las cuales estaban hechas de madera y piel de Venado Sangre Divina. Los productos mostrados en un par de tiendas eran de diversas variedades, había diversidad de productos como Elíxires y Pociones Regenerativas hasta diversos productos para la alquimia, como ojos de Pantera Turquesa Sombría o Dientes de Cerdo Ninja Naranja. Otra de las tienda ofrecían carnes variadas para el consumo natural, las carnes, algunas frescas otra de hace un par de días. Otro de los puestos de venta ofrecía armaduras y armas de diferentes categorías, desde las ligeras y cómodas creadas a base de cuero de Toro Brillo Escarlata, hasta las más resistentes y pesadas forjadas con grandes minerales y algún que otro objeto alquímico; éstas variedades eran compradas normalmente por los Expertos Marciales. Estos Expertos eran luchadores que podían entrenar su Cultivo Espiritual y de esa manera poder utilizar diversas habilidades en combate, desde ráfagas de poder hasta control de Elementos en algunos grandes expertos. 

Los niños correteaban por la plazoleta del pueblo mientras entre risas, gritos y muecas intentaban atraparse unos a otros debido al juego del “Paralizado”, estos infantes portaban ropas bastante elegantes y de buena textura, pues, sus padres eran Expertos Marciales y tenían la bendición de contar con un suministro salarial a base de su Rango Espiritual. Sus padres servían al Rey de la región y a cambio ellos recibían un salario por los servicios prestados que les servía para suministrar alimento y educación a los más pequeños. A lo lejos, debajo de un árbol de Abedul había un banco donde se encontraba un pequeño niño solitario de unos seis años de edad; observaba como jugaban los demás niños y un rastro de tristeza divagaba por su mirada, sus ropas no eran nuevas ni de buena calidad como la de los demás niños presentes y ésta había sido recocida por madre un par de veces con otras telas antiguas. Theodelf se encontraba tranquilo y solitario observando a los demás infantes entretenerse, él deseaba mucho integrarse al grupo y jugar con ellos, no obstante, sabía que era imposible porque siempre sería rechazado una y otra vez. Si no se resignaba a la idea, probablemente sería golpeado por Rupert, quien era el más grandulón del grupo y siempre buscaba la manera de perjudicarlo de alguna forma. El odio y los abusos se debían a que Theodelf y su familia tenían la desdicha de tener sus meridianos bloqueados y no podían practicar el Cultivo Espiritual, por lo tanto no tenían talento marcial y eso era una deshonra para la familia. Su madre trabaja como criada para un Experto Marcial bien adinerado, su padre posee una de las tiendas donde se venden diversos productos, aunque casi nunca tiene clientes; su hermano mayor se dedica a la agricultura dentro de su extenso patio, en donde mantienen diversas hierbas para la venta de la tienda de su padre.
Una pequeña familia de cuatro integrantes, donde todos sufren el desprecio de los Expertos Marciales y simplemente tienen que hacer oídos sordos a las palabras hirientes e injustas de las demás personas. 

[…]

A más de dos kilómetros de distancia, se encontraba la ciudad de Modud, la capital del Reino de Borneore. Las imponentes murallas se alzaban antes de llegar a la ciudad y se podía notar desde una gran distancia, sin embargo, eso no era lo más fascinante de Modud, en la entrada principal se encontraba una gran estatua de más de cien pies de altura, la estatua era de un prominente hombre alzando su brazo derecho y su brazo izquierdo mantenía una espada que superaba la altura del hombre, esa era la estatua del antiguo Héroe Legendario Borneore; de allí surgió el nombre de la ciudad; se decía que Borneore era un gran Experto Marcial y derrotó a una horda de Demonios hace miles de años atrás con una gran espada que portaba el nombre de Soulibur, aunque no eran más que mitos y leyendas del populacho común para entretener a los más pequeños. Sobre las esquinas de las murallas, se mantenían firmes algunas estatuas más pequeñas de del héroe legendario y muchos soldados se encontraban caminando por las murallas entre murmullos y chismes de la ciudad. El gran palacio de Borneore se dejaba ver desde los lejos y era tan magnífico y grande como la estatua legendaria, estaba hecho con antiguos materiales de construcción como el Adobe y algunos minerales exquisitos que le permitieron aguantar el paso del tiempo y ser una hermosa arquitectura digna de ver para los forasteros. Las aves suelen sobrevolar la ciudad y el puerto estaba lleno de pequeñas goletas que traían mercancía de otros reinos y poblados lejanos; la ruta marítima no era muy utilizada, ya que las grandes embarcaciones no eran comunes en los pequeños ríos de Borneore y algunas zonas caudalosas estaban llenas de naufragios, además, las aguas profundas del río contenían grandes bestias asechando a los más desafortunados para mantener su dieta balanceada. La madre de Theodelf se encontraba trabajando en esta ciudad para un Experto Marcial que servía a las órdenes del Rey Daeli; éste soldado no trataba bien a sus criadas ni sus sirvientes y la paga, aunque era poco, era mejor que nada, ya que la tienda de Leysu  no estaba produciendo las ganancias necesarias para sobrevivir. Entre un suelo de adobe bastante sucio, un balde con trapos mojados y dos compañeras de servicio, se encontraba la madre de Theodelf.
—    Renne, ¿todavía tienes el dolor en tu espalda? —preguntaba una de las criadas mientras frotaba fuertemente el paño contra el suelo, tratando de sacarle brillo.
—    Tranquila Teodora, solo es un malestar. —respondió la madre de Theodelf.
—    Amiga, éste trabajo es muy esforzado —comentaba Teodora, mientras mojaba el paño en el balde de agua y lo exprimía. —yo quisiera poder utilizar mi Cultivo Espiritual, sino fuera por tener mis Meridianos Muertos… 

Una cara de tristeza y preocupación surgió en la cara de ambas, recordaban las humillaciones que tenían que vivir por el simple hecho de no poseer talento para el Arte Marcial. Renne había tenido un hijo, Thony, pero éste nació con sus Meridianos Muertos, luego intentaron probar suerte con Theodelf, pero éste también nació con los Meridianos Muertos; de hecho, desde que ella recuerda, su abuelo no poseía talento marcial debido a ésta deficiencia y lo mismo sucedía con su esposo y su suegro; al parecer es algo común que se transmiten de generación en generación, con muy pocas excepciones registradas en los libros de historia. Las personas con los “Meridianos Muertos” son aquellas que nacen con los Meridianos Espirituales bloqueados y no pueden practicar el Cultivo Espiritual; son ese grupo de personas las que terminan sirviendo y sobreviviendo en éste mundo donde se ejerce la ley del más fuerte.
—    Tranquila Teodora, aún tengo la esperanza de que seamos bendecidos por los cielos. —comentaba Renne, mientras miraba de soslayo hacia la ventana de la habitación —estoy dispuesta a engendrar otro pequeño para probar a los dioses.

La cara de asombro de Teodora no tardó en dejarse hacerse notar con los comentarios de Renne, no obstante, Teodora admiraba a su compañera, ya que ella misma nunca tuvo el valor para ser madre y se encontraba soltera en estos momentos.

[…]

En la tienda de Leysu las personas pasaban y ni se acercaban a observar los productos en venta, en realidad la que mantenía los gastos de la casa era su esposa, Renne; sin embargo, ella solo los visitaba tres días al final de cada mes, por lo que se mantenía muy alejada de su familia a pesar de que la ciudad de Modud no se encontraba tan lejos, esto era debido al trabajo de criada, que exigía trabajar todo un mes para luego poder visitar a sus familiares. El trabajo de Renne era agotador, pero aun así, se esforzaba por darle lo mejor a su familia. Theodelf se encontraba en la plazoleta observando a los transeúntes y a los niños jugar, pero luego de aburrirse durante un largo tiempo observando decidió levantarse e irse a otro lugar. Mientras caminaba observó a una extraña mariposa de colores vivos y llamativos, sus alas estaban bordadas con un dorado brillo amarillo, el centro de sus alas tenía un color azul eléctrico y manchas de colores verdes, rojas y negro, era una hermosura de insecto y Theodelf fue tras la misma admirando a tan espectacular especie.
Rupert se dio cuenta de que Theodelf caminaba hacia el quebradero del valle y decidió irle a fastidiar con algunos infantes más, convenciéndoles de jugarle alguna mala broma al pobre de Theodelf.

Theodelf caminaba colina arriba mientras perseguía a la hermosa mariposa que antes había pasado delante de sus ojos verdes, al llegar sobre la colina, el sol brillaba sobre sus cabellos rojos y lacios, mientras la brisa del este los movía y una escena espectacular pudo ser observada por Theodelf. La mariposa fue empujada por las pequeñas oleadas de aire que bañaban la colina, debajo a la distancia se podía observar el pueblo de Shine y cerca de un risco bordeando la colina había un viejo templo deshabitado con una pequeña estatua que contenía un lenguaje extraño y antiguo. Theodelf quedó admirado por las vistas desde la colina, hasta que una voz conocida perturbó su paz.
—    Hola enano, ¿Qué haces aquí solo? —preguntaba Rupert. Había llegado en tan mal momento y ya Theodelf podía suspirar sintiéndose frustrado y derrotado. 
—    Solo… —con voz tímida Theodelf trataba de responder. —Solo caminaba. —con la cabeza cabizbaja intentó pasar a través del grupo y devolverse al pueblo, pero en cuanto se acercó a Rupert éste le empujo tumbándolo en el suelo.
—    Eres un inútil —comentó Rupert mientras le escupió en la cara. —los inútiles deben lamerle las botas a los Expertos Marciales. —una carcajada arrogante era arrojada por Rupert mientras los demás muchachos se reían con él, acercó sus pies a Theodelf esperando que éste le besara los pies. — ¿Entonces?, ¿estás dispuesto a salir de aquí o no?

Un par de lágrimas querían brotar en la cornisura de los ojos de Theodelf, tanta humillación por el simple hecho de ser diferente, ¿por qué no podía ser como los demás?, ¿siempre iba a ser así su vida? Cuando se disponía a besarle los pies a Rupert, éste comenzó a patearlo y proseguida mente más patadas golpeaban su cuerpo, en la desesperación Theodelf intenta escapar sin darse cuenta que se encontraba muy cerca del risco, esquivo un golpe, luego una patada mientras que su pie izquierdo resbaló, volteó rápidamente y observó el precipicio y sin esperárselo un golpe contundente en su rostro por parte de Rupert le hizo perder el poco equilibrio que tenía. El pie terminó de resbalar y el rostro de Rupert estaba sombrío y asustado, había cometido un grave error, gritos de dolor y quejidos eran escuchados mientras Theodelf caía por el precipicio, tuvo que correr asustado con su grupo de mala conductas. Theodelf observaba las ramas y al instante siguiente otro golpe, y así sucesivamente hasta que sintió un fuerte golpe en su cabeza y todo se volvió oscuro. Su cabeza había chocado contra una roca y continuando cayendo unos cuantos metros más hasta quedar tendido sobre una estatua en un templo muy antiguo detrás de la colina. El templo estaba hecho de adobe y se encontraba lleno de plantas y enredaderas, nidos de arañas y serpientes se observaban a sus alrededores y la estatua antigua tenía sus dos manos levantadas hacia el cielo en forma de oración. La sangre de Theodelf corría gota por gota sobre la base de la estatua, la caída había espantado a las aves cercanas y solo se escuchaba el silencio.

Leysu se encontraba en la tienda cuando a la lejanía se escuchaban gritos y un hombre se acercó hasta el corriendo informándole las malas nuevas, Leysu corrió sin importarle la tienda y se fue directo a la cima de la colina para verificar si su hijo aún se encontraba allí. Entre comprobar la noticia e ir a por Theodelf no pasaron tantos minutos, Leysu se encontraba de rodillas llorando por su hijo, sin embargo, un anciano del poblado que tenía conocimientos médicos le anunció que aún tenía pulso y que solamente se encontraba inconsciente. Thony llegó al cabo de unos minutos para ayudar a Leysu y estaba llorando con amargura, debido a que siempre su hermano era abusado por los malvados infantes que poseían talento marcial; recordaba los sinsabores que tuvo que pasar el también mientras era niño siendo humillado por todos y debido a eso se volvió frío y solitario, no quería que su hermano Theodelf viviera de la misma manera que él. Al cabo de un par de días la noticia llegó hasta Renne, la cual abandonó su lugar de trabajo y se dirigió hasta su hogar; en la habitación se encontraba Theodelf acostado, con un vendaje en su cabeza, la madre al ver la escena lloró, se acercó a su hijo en cama y le abrazó. Dos días pasaron y Renne tenía sus ojos rojos de tanto llorar, una madre siempre amará a su hijo y le duele ver como el tiempo pasaba y su hijo no reaccionaba, estaba perdiendo días de su niñez, días que no serían recuperados y afectarían en gran manera su crecimiento. Pasaron meses, los diagnósticos médicos eran los mismos, Renne había perdido su trabajo pero no le importaba, su hijo era más importante para ella que cualquier zenito; su padre lograba conseguir a través de su tienda algún que otro zenito y Thony trabajó como siervo por contrato durante seis meses, esas monedas de zenito eran muy importantes para intentar tratar a su pequeño hermano; se cumplió un año y la familia seguía intentando por todos los medios y fuerzas intentar recuperar al pequeño Theodelf, pasaron un par de años más, y Leysu junto a Thony trabajaban de sirvientes por contratos anuales ésta vez, Renne no descansaba y había dado a luz a una pequeña niña, que por mala fortuna tampoco logró adquirir la bendición de los cielos y sus meridianos estaban muertos, al igual que sus hermanos mayores. Pasaron dos años más y la familia ya vivía un poco acostumbrada a la situación, su hijo en cama era alimentado mediante pociones, elixires y sueros; había crecido y su cabello ahora era largo, por debajo de sus hombros; su madre lloraba porque era muy apuesto y no podría disfrutar de la juventud y los sentimientos de la vida; Leysu dejó de trabajar como sirviente y se encontraba bastante cansado para realizar labores excesivas, en cambio se quedaba en casa atento a Theodelf y al jardín de su casa, su hermano seguía trabajando de siervo por contratos anuales en casa de un gran Experto Marcial. 

Habían pasado siete años desde que Theodelf cayó por el precipicio y la familia seguía en su rutina diaria, el dinero ahora rendía un poco más debido al deceso de un familiar; Leysu había enfermado de gravedad con una peste que azotó a varias naciones y muchas personas sucumbieron, la mayoría eran personas con poco zenitos para pagar los productos médicos y pociones necesarias para contrarrestar la peste, las muertes ascendieron a más de un millón en todo el territorio, sin embargo, el noventa por ciento eran los “desgraciados”, esos que nunca pudieron practicar el Arte Marcial debido a sus meridianos muertos. 

Era de tarde y Renne se encontraba en la cocina, la brisa soplaba de manera alegre esa tarde en, las aves cantaban, iban y venían y por alguna extraña razón, Renne y Rhea se encontraban llenas de alegría, cantaban canciones a la par; Rhea cantaba una estrofa y su madre la completaba con otra. De repente, una fuerte explosión se escuchó y una onda de energía sacudió los árboles del lugar, los Abedules parecían querer volar por la gran oleada de energía; todo se iluminó y muchos corazones sintieron miedo, pensaron que era un ataque de algún Experto Marcial y suplicaban por ayuda, pero al cabo de unos segundos todo entró en calma. Renne y Rhea se dirigieron asustadas a la habitación de Theodelf, si éste era un ataque, ella estaba dispuesta en arrastrar a su hijo e intentar salvarlo, cuando vio que todo se calmó esperó unos segundos mientras observaba por la ventana intentando ver que había sucedido afuera y Rhea estaba muy asustada debajo de sus faldas. Las cejas de asombro de su madre fueron inevitables cuando una voz masculina le replicó dentro de la habitación.
—    Buen día madre, lamento haberla angustiado tanto.
Responder